¿Has pensado en cómo superar la dependencia emocional en tus relaciones? ¿En algún momento has considerado “creo que he malacostumbrado a los míos”? Es cierto que a muchas personas les hace feliz poder estar al lado de un amigo o familiar. Ayudarlo en momentos delicados y estar presente en aquellos importantes. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esto se convierte en una obligación?, cuando los demás nos exigen o culpabilizan si no podemos estar pendientes de sus necesidades y problemas de manera constante.
Entonces, es saludable reflexionar y plantearse si hemos creado un patrón de comportamiento en nuestras relaciones que ha hecho que se genere una dependencia emocional entre las dos personas. Por una parte, nos hacemos imprescindibles en la vida del otro; y por otra, esto nos lleva a sentirnos valorados y queridos, y a eludir la posibilidad de ser rechazados.
Por el contrario, nuestro ser querido se vuelve, con el tiempo, más demandante y exigente. Se vuelve dependiente de nuestra figura y acaba por centrar la relación en las necesidades y el autocuidado de una sola persona: el otro.
Consejos para superar la dependencia emocional
Este tipo de relaciones no son beneficiosas para ninguna de las dos partes. Podríamos decir que, alargadas en el tiempo, la persona que reclama nuestra atención sería como un Don Quijote y nosotros, como su Sancho Panza. Ese que va allá donde el señor lo necesite, sin cuestionar la necesidad, ni el apremio de la misma, y solo teniendo cuidado de no defraudar.
Al final, estas relaciones acaban produciendo, por parte del vasallo, desgaste emocional, inseguridad y frustración por no llegar a todo. Y, por parte del caballero demandante, enfado, incomprensión, dependencia y reducción de la empatía con respecto a los sentimientos del otro.
Lo saludable para las dos personas, para superar la dependencia emocional que se ha creado entre ellas, es ser conscientes del tipo de relación que se establece. Debemos ser cuidadosos con nuestros sentimientos y necesidades, compartiendo nuestro tiempo y empatía con aquellos que queremos, aunque sin olvidar que está bien establecer límites. Tenemos que darnos permisos y ser conscientes de que las relaciones sanas entre adultos son aquellas que se establecen desde la igualdad. En definitiva, aprender a cuidarnos para poder cuidar de otros y viceversa.
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Por Natalia Sastre Reyes (Psicóloga de Actúa Psicología)