En numerosas ocasiones, observamos en consulta que muchos pacientes muestran en su comportamiento tendencias que les llevan a sentir un gran malestar. A pesar de que son conscientes de que su forma de afrontar las dificultades y gestionar sus emociones les genera problemas, no pueden evitar seguir comportándose de la manera en que lo hacen y esto les acarrea mucho sufrimiento. Lo que no saben es que, muchas veces, estas tendencias esconden heridas emocionales producidas en la infancia.
Orígenes de las heridas emocionales
Estas heridas tienen que ver con sucesos o circunstancias dolorosas vividas durante la infancia. En la vida adulta, pueden perdurar, marcando de manera inconsciente nuestra forma de ser y generando dificultades de relación con los demás. Pero ¿qué o quién puede ocasionar una herida emocional?
- Personas significativas para nosotros, como nuestros padres o hermanos. No es lo mismo recibir una burla o un insulto de un conocido, que de una madre.
- Acontecimientos o sucesos reiterativos, como puede ser el vivir continuamente críticas o abusos sexuales.
- Un único momento de gran impacto con la suficiente fuerza para marcarnos. Por ejemplo, un día en que un padre abofetea a su hijo delante de sus amiguitos.
- La manera en que se procesó el dolor. Cuando somos niños aún no tenemos ni la capacidad, ni la madurez para interpretar el mundo de los adultos o afrontar situaciones dolorosas. De hecho, muchas de las heridas de la infancia se generaron sin mala intención, aunque aquello que ocurrió, aquello que se hizo o se dijo, fue procesado por el niño o la niña acorde a su nivel madurativo. Por ejemplo, unos padres tienen largas jornadas de trabajo fuera de casa para poder dar de comer a su hijo, sin embargo, él lo vive como un abandono.
Identificar heridas emocionales
Las heridas emocionales más comunes son:
- La de abandono, que genera tendencia a codepender de los demás.
- La de rechazo, que lleva hacia el aislamiento, la evitación y el autosabotaje.
- La herida de humillación, que puede dirigir hacia actitudes defensivas y a retraerse.
- La de traición, que genera la tendencia a desconfiar de los demás.
- Y la herida de injusticia, que implica una tendencia hacia el perfeccionismo, la autoexigencia y la rigidez.
Si eres una persona con este tipo de heridas, sería bueno que analizaras si se dan las siguientes circunstancias en tu vida actual:
- Existen grandes dificultades y malestar en la relación con los demás o contigo mismo.
- Tu herida genera otras nuevas a personas con las que te relacionas, por ejemplo, un hijo.
- Lo que te mantiene unido a los demás es tu propia herida, como ocurre con la herida de abandono.
Como hemos dicho, estas dificultades tienen más que ver con nuestro pasado que con nuestro presente. Ahora bien, aunque nuestro pasado puede influir, no necesariamente determina nuestra vida como adultos. Por ello, sería importante trabajar en el proceso de revisar dichas heridas. En Actúa Psicología podemos ayudarte a tomar conciencia de ellas, a aceptarlas y a trabajar en un proceso de terapia con el que sanarlas y que dejen de condicionar tu vida.
Por Lidia Moreno Martos