Todos tenemos un niño interior. Al igual que tenemos nuestro “yo adulto”, que somos nosotros ahora mismo, dentro de nosotros también está nuestro “yo niño”. Hay veces que sentimos emociones que no sabemos o no entendemos de dónde vienen y nos hacen sentir mucho malestar. Todos podemos tener heridas emocionales, de distinta índole.
A ese niño interior que tenemos, que somos realmente nosotros cuando éramos niños, en algún momento alguien le haya hecho daño, probablemente se pudo sentir abandonado, solo, humillado, herido, vulnerable… En ese momento, puede que siguiese para adelante, porque no sabía hacerlo de otra manera. Pero esa herida emocional sigue ahí.
Cuando somos adultos, podemos llegar a tener una emoción similar. Como somos “adultos”, la dejamos pasar, la suprimimos, vamos a otra cosa. No nos damos cuenta de que a la única persona que no estamos cuidando es a nosotros mismos. Esa emoción es tu “yo niño” que te está tirando del pantalón diciéndote: “Hola, estoy aquí, hazme caso, me estoy sintiendo así”. En el momento en el que paramos, le escuchamos y tenemos un diálogo con él, en el que acogemos y abrazamos esa emoción, cada vez estaremos yendo más en sintonía con nosotros mismos.
Todos tenemos un niño interior, pero el coche lo conduce tu “yo adulto”. Tu “yo niño” está de copiloto. Ni en el maletero, ni en la parte de atrás, ni fuera del coche. Vais juntos de la mano en el camino de la vida.
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Por Natalia Sastre Reyes (Psicóloga de Actúa Psicología)