El duelo por el fallecimiento de un ser querido es un proceso difícil de transitar. A pesar de ello, cada uno de nosotros debe pasar por esta situación a lo largo de nuestra vida, y de la fortaleza del vínculo que tenemos con la persona que hemos perdido y de otras muchas circunstancias, el duelo puede hacerse más complicado de lo habitual.
Por otra parte, cuando desgraciadamente pasamos por esta situación, muchas veces se habla sobre las fases del duelo (negación, ira, culpa, negociación, aceptación), y esto puede dar una perspectiva pasiva de lo que es el duelo. A pesar de que la frase “con el tiempo dolerá menos” sea cierta, sí que tenemos margen de acción para poder transitar el duelo. A ese margen de acción le llamamos “tareas del duelo”. Es importante decir que no son fijas, es decir, dependiendo de la persona y de la situación, será más importante centrarse más en unas tareas que en otras, y puede que no sigan este mismo orden.
- Aceptar la irreversibilidad de la pérdida: aunque visto desde fuera, pueda ser evidente que la persona fallecida no volverá, es frecuente que al experimentar el duelo cueste más. Para ello, es muy útil escribir o hablar con alguien sobre las circunstancias del fallecimiento, incluso sobre todo lo que gira en torno al funeral.
- Elaborar el dolor de la pérdida: esta tarea consiste en pensar en la persona fallecida en su globalidad, con sus cosas buenas y sus cosas malas. También consiste en reconocer que emociones como la culpa o la ira hacia la persona fallecida son emociones totalmente naturales en estas situaciones, y que no significa que le estemos traicionando.
- Adaptarse a la pérdida: en esta fase hay 3 tipos de adaptaciones.
- Externas: dar sentido a la pérdida (¿por qué ha muerto?), ver un posible beneficio teniendo en cuenta la situación actual, y adaptarse al rol que tenía la persona fallecida en nuestra vida.
- Internas: hacerse preguntas como “¿quién era antes y quién soy ahora?”, “¿en qué soy diferente?” son fundamentales para poder identificarse para con otras personas y para sí mismas, por ejemplo, reconociendo la independencia como persona a pesar de que el ser querido ya no esté.
- Espirituales: tener un vínculo con esta persona, al mismo tiempo que se entiende qué valores nos ha aportado y eligiendo si queremos actuar así. También consiste en un posible cambio en las creencias religiosas y filosóficas.
- Recordar al fallecido teniendo una nueva vida: tiene que ver más con darle un espacio en nuestra vida, de la misma forma que lo hacemos con el resto de personas que nos rodean. Es como si tuviéramos una mesa en la que ponemos objetos que representan a los aspectos importantes de nuestra vida, y dediquemos un espacio a la persona fallecida, permitiendo que otros objetos también tengan su espacio y se muevan con libertad sobre la mesa.
Por último, quería aprovechar para comentar que, no todo proceso de duelo necesita terapia de duelo psicológica, aunque sí es importante en el caso de que haya un bloqueo en el proceso de duelo que no permita avanzar.
– Gonzalo Aseguinolaza Lilly
Psicólogo